Podría decirse que uno de los principales aspectos a tener en cuenta a la hora de diseñar una piscina es la elección del color de su revestimiento. La luz, las sombras, la profundidad, el entorno y los elementos que la rodean son variables que afectan en forma directa sobre la tonalidad final del agua. Los efectos de la iluminación artificial y/o natural también son determinantes de su estética final por lo que si se ubica en un espacio al aire libre reflejando el cielo producirá un efecto diferente a si se coloca en un espacio interior donde el techo influirá en su color.
El agua tiene la capacidad de absorber con mayor facilidad los tonos rojizos, amarillos y anaranjados que los tonos azulados. Entendiendo que el color del agua del vaso de la piscina está determinado por el cielo, lo cierto es que su aspecto siempre tenderá hacia la gama de azules. A medida que aumente la profundidad de la piscina, el tono azul se volverá más oscuro mientras que si la misma no supera los 50 cm, el agua se percibirá directamente transparente. En la actualidad, existe un sinfín de diseños y gamas de colores que van, por citar solo algunos ejemplos, desde tonos verdes, tierra, azules o blancos hasta grises, negros y demás respondiendo a necesidades y condiciones diferentes.
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El color azul resulta el tono más comúnmente utilizado ya que permite reforzar la tonalidad del cielo que refleja. Por lo general, suele asociarse al agua limpia del mar o de un arroyo creando un efecto refrescante de relajación y tranquilidad. Las variaciones incluyen el turquesa, celeste, índigo, ultramar, entre otros.
Si el objetivo es crear un ambiente paradisíaco, puede utilizarse un revestimiento en color arena o tierra ya que, de esta manera, el reflejo del agua en sus paredes podría verse en tonos turquesas. En caso de registrarse variaciones en las condiciones climáticas de la región donde se instale, la tonalidad puede llegar a cambiar por lo que suele ser recomendada para zonas con gran exposición solar. Por otra parte, si el objetivo es crear un ambiente natural, puede optarse por la utilización de tonos verdes que acompañados de vegetación a su alrededor logren un efecto de lago natural con tonalidades más oscuras o de playa caribeña con colores como el verde esmeralda.
Se recomienda el uso del blanco en aquellas zonas predominantemente soleadas ya que contribuye a resaltar los elementos internos y externos que rodean las piscinas. A pesar de que en ocasiones pueda deslumbrar mirar sus paredes, se trata del color que menor degradación posee debido al efecto del sol sobre los pigmentos y en el que menos se notan los residuos que puede dejar la cal del agua.
Los tonos grisáceos producen un efecto similar al que se produce en el mar, incluso hasta podría decirse que imitando a un océano o lago. Además, ayudan a disimular suciedades o restos de polvo acumulados en su interior y también pueden llegar a aumentar la temperatura del agua, pero no tanto como el negro. Este último resulta ser el más indicado si el objetivo es mantener su temperatura elevada durante todo el año. Aunque puede considerarse difícil de aplicar, el tono negro produce un efecto espejo reflejando el paisaje que se encuentra a su alrededor. Cabe destacar que, dadas sus características, es el más utilizado al momento de construir lagos artificiales con plantas naturales.